martes, 3 de diciembre de 2013

LOS TOMATES ME INSPIRAN


La otra noche, después de repasar un examen de literatura universal, me puse a cenar a las 2 de la mañana. Estaba comiendo pan con jamón y tomate y me puse a pensar en el mal sabor que tenía el tomate, no sabía como los tomates que tiene mi abuelo en su huerta, más bien sabía a pepino, aunque tenía mejor aspecto. Estos tomates se obtienen mediante ingeniería genética, es decir, modificando su ADN se mejora su aspecto y se consigue que maduren antes, pero el sabor deja mucho que desear. Son los llamados tomates transgénicos. La ciencia está tan avanzada que puede eliminar todos los defectos de un alimento e incluso modificar sus semillas para que no germinen bien, para que los agricultores deban volver a comprar la misma semilla otra vez para obtener resultados óptimos; todo esto tiene un claro objetivo comercial, en vez de mejorar la calidad de los alimentos, que es el argumento que defienden los creadores de estos trangénicos. Por lo tanto seguí pensando cómo es posible que consigan mutar los genes de los alimentos para que cambien al antojo del interesado y aún no han descubierto una vacuna contra el sida, alegando que el virus del VIH muta periódicamente.¿Pues no mutan el ADN de los tomates? ¿Por qué no con el ADN del VIH? La respuesta es sencilla. La ciencia y sus científicos están totalmente capacitados para crear una vacuna para el VIH, pero la triste realidad es que no les interesa. Ese interés es, una vez más, económico. Una vacuna contra el SIDA le costaría al paciente bastante poco o quizá incluso gratis; sin embargo hay un negocio tremendo con los fármacos para el tratamiento del VIH. ¿Vale la pena tantos millones de muertes para conseguir millones de euros? Lamentablemente sí.

CELIA LÓPEZ GALLEGO 2ºBHB

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